Desde un pequeño local comunitario hasta una plaza llena de vida, las iniciativas apoyadas por el Ministerio de Juventud e Infancia demuestran que el cambio empieza con una conversación cara a cara.
Sira Abed Rego reivindica una política que escucha, comprende y actúa junto a la juventud, convirtiendo convocatorias en historias reales que fortalecen el tejido social.
Por Ehab Soltan
HoyLunes – En un barrio costero, la vieja sala de actos llevaba años cerrada y cubierta de polvo. Sin embargo, esta tarde está llena de risas, música y herramientas de arte improvisadas. Cuatro jóvenes han rescatado el espacio con un solo propósito: hacerlo suyo. La ayuda ha llegado a través de una convocatoria del Ministerio de Juventud e Infancia, lanzada por la ministra Sira Abed Rego, para financiar proyectos comunitarios surgidos en primera persona. “Queríamos un lugar donde hacer lo nuestro, sin pedir permiso, solo apoyo”, dice Salma, de 17 años, mientras cuelga su dibujo en una de las paredes.
La ministra insiste en que la juventud no necesita un espacio menos de lo que merece, sino una política que les escuche: “Cada voz que llega es un mapa de vida, no solo una propuesta técnica”, ha explicado en intervenciones recientes. Estas palabras encuentran eco entre los emprendedores culturales antes invisibles del barrio.

Hace apenas un mes, Rego presentó el borrador de la Ley de Juventud, no como un documento burocrático, sino como un atlas de aspiraciones recogidas directamente de jóvenes de toda España. Más de 400 propuestas reales, recopiladas en talleres presenciales y foros digitales, alimentan este texto. “Me sorprendió que nos escucharan sin filtrar lo que proponíamos”, comenta Óscar, de 20 años, que sugirió espacios para estudios nocturnos sin alquileres excesivos.
Simultáneamente, puso en marcha el primer Consejo de Ministros Infantojuvenil, donde niños y adolescentes ocupan la mesa ministerial y exponen asuntos reales: desde la falta de transporte escolar, hasta las plazas sin sombra. “Cuando un niño dice que no puede jugar en la calle porque hace mucho calor, no hay estudio que lo explique mejor que esa verdad”, reflexiona la ministra.

En paralelo, proyectos como el centro cultural de Salma o el mural colectivo pintado por jóvenes del barrio son evidencias palpables del cambio. “Antes, las iniciativas se quedaban en papel”, explica Mariam, estudiante de 19 años. “Ahora, las vemos florecer frente a nosotros”.
El estilo de Rego es simple: convertir políticas en sonrisas, fichas técnicas en manos que pintan murales, conferencias en convivencias. Lo resume así: “Un ministerio no debe ser un edificio alto; debe ser un puente que se incline hacia la gente”.
Mientras una pelota roza el suelo bajo un timbrazo improvisado, surge una pregunta abierta: Si la juventud genera vida, ¿qué otras historias esperan a que alguien les preste un oído para gestarlas?
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